Por Miguel Núñez |
Devuelvan las islas Malvinas. Devuelvan el territorio argentino que
usurparon en 1833 expulsando a los pobladores, a los colonos, y a los
presos del Río de la Plata. Devuelvan al Gaucho Rivero. Devuelvan las
tumbas de los soldados muertos en los mares del Atlántico Sur durante la
guerra de 1982.
Devuelvan la noche lluviosa del 27 de junio de
1806, cuando ocuparon y gobernaron Buenos Aires. Devuelvan el millón de
pesos, las cinco toneladas de plata, que se llevaron a Inglaterra
después del asalto militar. Devuelvan los más de dos millones de dólares
de aquellos tiempos, que fueron depositados en el tesoro del Banco de
Londres.
Devuelvan a los gauchos, a los negros, y a los indios
tehuelches, los indios pampas, que lucharon y ofrendaron sus vidas
incondicionalmente en la Reconquista de Buenos Aires.
Devuelvan
el Peñón, la Roca, una de las dos míticas columnas de Hércules, la
montaña de Tariq, convertida ahora en paraíso fiscal, en base aeronaval
de las Fuerzas Armadas de su Graciosa Majestad, en enclave de la OTAN.
Devuelvan el infausto Tratado de Utrecht. Devuelvan Gibraltar a los
españoles.
Devuelvan Acrotiri y Dhekelia, zona de exclusión
militar británica dentro de la República de Chipre. Devuelvan la
libertad al arzobispo Makarios III, deportado a Seychelles por luchar
por la autodeterminación de su pueblo a fines de los años ’50, tres
veces electo presidente, sobreviviente de cuatro intentos de asesinato y
un golpe de Estado.
Devuelvan el archipiélago de Chagos,
convertido en parte del territorio británico del Océano Índico, luego de
la matanza de perros en la hoguera, del bloqueo y la hambruna, y de la
expulsión de los ‘Ilois’, sus pobladores nativos por más de 150 años,
condenados a morir en el exilio y la miseria.
Devuelvan la isla
desde la que las fuerzas armadas de EEUU han lanzado ataques contra
objetivos en Irak y Afganistán. La isla convertida en centro clandestino
de detención y tortura de sospechosos de terrorismo en Medio Oriente.
Donde a pesar de los tratados de desnuclearización del Océano Índico
suscritos por la mayoría de los países vecinos, se esconden misiles con
ojivas nucleares.
Devuelvan el azúcar manchado con la sangre de los esclavos de las colonias en las islas del Caribe.
Devuelvan la libertad a Nelson Mandela, acusado de terrorista y 27 años preso por luchar por la independencia de Sudáfrica.
Devuelvan el ganado incautado a los aldeanos para impedir que alimentaran a los rebeldes Mau Mau en Kenia.
Devuelvan la vida de los 24 trabajadores desarmados, masacrados en
Batang Kali en diciembre de 1948, durante el levantamiento de Malaya, en
la región que forma parte de la actual Malasia.
Devuelvan todos
los documentos que no debían llegar a los gobiernos surgidos de las
luchas por la independencia que pudieran avergonzar al gobierno de Su
Majestad.
Devuelvan todos los asentamientos coloniales emplazados
a lo largo y a lo ancho de los océanos fuera de las islas británicas
desde el comienzo de los tiempos.
Devuelvan la mañana del 3 de
octubre de 1952 a la isla Trimouille. Devuelvan la mañana del 15 de mayo
de 1957 a la Isla Malden y al atolón de Kirimati. Y la mañana del 19 de
junio, y la mañana del 8 de noviembre de ese mismo año. Devuelvan la
mañana del 24 de agosto de 1968 al atolón de Fangataufa en la Polinesia.
Devuelvan todas las mañanas de seres humanos y naturaleza muerta en los campos de prueba de sus armas nucleares.
Devuelvan el respeto a las leyes de la guerra desde las Conferencias de la Haya de 1899 y 1907 hasta el día de hoy.
Devuelvan a los prisioneros asesinados en ejecuciones sumarias.
Devuelvan a los prisioneros y combatientes torturados en los
interrogatorios. Devuelvan a los civiles no combatientes abusados.
Devuelvan sus propiedades saqueadas.
Devuelvan la escultura sin cabeza de Ilisos, la estatua de Cariatides, que tallara Fidias.
Devuelvan las esculturas de mármol, los frisos historiados del Partenón
de Atenas, que Lord Thomas Bruce, el conde de Elginy, embajador de Gran
Bretaña en el Imperio Otomano, se llevó para decorar su mansión
escocesa.
Devuelvan las figuras monumentales del Templo de
Artemisa a Éfeso. Devuelvan las piezas y colecciones del arte griego y
egipcio que se exhiben en el British Museum.
Devuelvan la mayor
colección de antigüedades de Sumeria, Babilonia y Asiria. Devuelvan las
urnas y estatuas antiquísimas, los libros más raros del mundo, los miles
de Coranes antiguos, incluido el ejemplar más viejo que se conocía, las
tablillas cuneiformes de 5000 años de antigüedad, de los tiempos del
rey Nabucodonosor, la primera forma de lenguaje escrito.
Devuelvan los museos y bibliotecas saqueadas en abril de 2003 en Bagdad,
mientras sus soldados protegían celosamente las refinerías de gas y
petróleo.
Devuelvan 10.000 años de historia que se hicieron humo
en el genocidio cultural más grande que recuerde la historia, desde la
invasión mongol de 1258, que los iraquíes llamaron la anterior "invasión
bárbara".
Devuelvan todo el patrimonio cultural que expoliaron
en sus campañas militares y de expansión colonial a los lugares a los
que pertenecen.
Devuelvan a la humanidad de la oscura noche del
colonialismo, la forma de dominación más cruel que jamás haya existido
en la historia del planeta. Sólo 22 países en todo el mundo nunca
sufrieron algún tipo de incursión militar por parte del Reino Unido:
Andorra, Bielorrusia, Bolivia, Burundi, República Centroafricana, Chad,
Congo, Guatemala, Costa de Marfil, Kirguistán, Liechtenstein,
Luxemburgo, Mali, Islas Marshall, Mónaco, Mongolia, Paraguay, Santo Tomé
y Príncipe, Suecia, Tayikistán, Uzbekistán, y el Vaticano.
Devuelvan a la humanidad su libertad. Nueve de cada diez países
sufrieron algún tipo de incursión militar por parte de Gran Bretaña. De
los 192 Estados miembros de la ONU, el 90% del territorio del planeta
sufrió la invasión de su soberanía por parte de los británicos a lo
largo de su colorida historia.
Herederos de Drake, de Cavendish,
de Morgan, devuelvan su avidez de gloria, junto con los bienes y
riquezas ajenas, junto con el contrabando de mercancías, y la venta de
los esclavos blancos, amarillos, y negros.
Y por último,
devuelvan la historia misma de la humanidad, para poder empezar de
nuevo. Que el día del juicio final, Dios salve a la Reina.
Y de pronto me acuerdo que en la Argentina hay un equipo de fútbol que aún se llama "Douglas Haig"...
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