miércoles, 18 de noviembre de 2009

Niño, deja ya de joder con la pistola...



Nota de Dante López Foresi para el Periódico El Vigía sobre una sociedad que debe aprender a escuchar mejor a sus hijos y no a Mirtha Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli.

Joan Manuel Serrat habla en su maravillosa e, inevitablemente, triste canción, sobre el dolor adulto ante el crecimiento de nuestros hijos. Aunque, quizás, la palabra correcta no sea "dolor", sino nostalgia por lo que ya no somos ni seremos. Y nostalgia por nuestra imposibilidad para evitarles dolores propios de sus propios crecimientos.

"Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj; que decidan por ellos, que se equivoquen...que crezcan y que un día, nos digan Adiós". Es completamente natural que un adulto diga o piense este tipo de cosas al pensar en sus hijos.

Lo preocupante es que esas frases taladrantes del alma materna o paterna, se conviertan en observaciones tales como: "el que mata tiene que morir, aunque sea un niño"; "¿¿Qué me vienen a hablar de pibes ??..éstos no son pibes...son bestias" o "es hora que entendamos que estos chicos no son niños, sino delincuentes".

"A menudo los hijos, se nos parecen"...dice Serrat. Cuando seres supuestamente adultos comienzan a reptar y gruñir este tipo de frases sobre los niños, la pregunta obligada es: ¿Quiénes son los enfermos? ¿Los pibes o los adultos?. Uno puede comprender que los chicos son las primeras víctimas de los verdaderos delincuentes, que los utilizan para delinquir amparándose en la inimputabilidad de los menores.

Puede ser que haya que bajar esa edad. O no. No hablo sobre lo que no sé como varios de mis colegas. A los niños les proveen droga con suma facilidad, pues esas almas puras y no contaminadas por la "adultez" difícilmente puedan oponer resistencia. Repito un concepto: SON LAS PRIMERAS VÍCTIMAS. Pero, sin embargo, lo que estrellas de televisión, periodistas esclarecidos, políticos oportunistas y demagogos y personas a los cuales los años envejecieron sin que eso signifique evolucionar, reclaman es mano dura y bala contra "delincuentes" de 12 o 13 años. Ni se les ocurre hablar de educación, inclusión o contención.

Recuerdo que una vez, por obligación laboral y siendo no mucho mayor que esos pibes, tuve que entrevistar al criminal Augusto Pinochet. Le pregunté si estaba dispuesto a pagar ante la Justicia por sus crímenes y violaciones a los derechos humanos. Me respondió con otra pregunta: "¿Si a Usted le matan a su madre, qué haría?", justificando atrozmente el terrorismo de Estado que aplicó en Chile. Reconozco que no me comporté profesionalmente. Debiera haberle aclarado que el que hacía las preguntas era yo. Pero necesité responderle: "Yo no mato al asesino para no convertirme en alguien como él". Pinochet sólo atinó a sonreír cínicamente.

Pinochet murió impune y en una cama. Pero a estos pibes quieren fusilarlos. Hoy, leo y escucho a mis propios compatriotas, utilizar el mismo argumento que me escupió Pinochet en la cara: hay que matar a los asesinos. O, lo que es peor, hay que encerrar en cárceles o matar a niños de 12 o 13 años.

"Sin respeto al horario y a las costumbres y a los que por su bien hay que domesticar", me continúa cantando el Nano al oído.

Mientras tanto, ciertos canales de TV, periodistas y vedettes envejecidas y gran parte de la tilinguería vernácula,siguen vomitando su resentimiento fascista desde canales monopólicos. Y son parafraseados por ciudadanos trabajadores para quienes es más sencillo repetir como asnos los argumentos de Tinelli, Legrand o Giménez antes que tomarse el tiempo de estudiar soluciones adultas para problemas infantiles. Muestran y entrevistan a niños y adolescentes, presentándolos como "fenómenos extraños" y como si la sociedad adulta no tuviera nada que ver con la vida (o la falta de vida) de esos chicos.

Empezamos a pensar que esos pibes son más peligrosos que los delincuentes que los explotan, que el Estado que los abandonó durante décadas mientras nosotros viajábamos a Miami o comprábamos la tele a color en Brasil y que sus propios padres que jamás se tomaron el trabajo de aprender a escucharlos, pero los retaban cuando hablaban porque interrumpían el momento sagrado de ver "Bailando por un Sueño".

A esos "adultos" que hoy piden mano dura contra "esos locos bajitos" que alguna vez se incorporaron con los ojos abiertos de par en par, sólo me resta decirles: "eso no se dice, eso no se hace...los niños no se tocan".

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Esta nota la leí al día siguiente de ir a saludar a una amiga que cumplió años, y había unas diez personas, todas mujeres, sale el comentario del desgaraciado asesinato de la arquitecta de Wilde, sabiendo o imaginando la que vendría, traté de no escucharlas e intenté algún tipo de diálogo con mi hermana, quien tampoco quería escuchar ni arruinarle el cumpleaños a nuestra amiga.


No sirvió de mucho, por que el monólogo de la profeta del odio duró bastante. La idea fuerza (luego de aclarar que era católica apostólica romana, llave de paso a la defensa de todo tipo de prácticas que al menos en teoría dicha religión se opone): "el que mata, tiene que morir".


Perfil de la seguidora de Gusana Giménez: esposa, madre y argentina de un profesional exitoso, famosa en la aldea por su bestialidad, el poco interés en combatirla y hasta un cierto orgullo de ella. Una versión cincuentona de las Mellizas Xipolitakis, de cuyas innumerables anécdotas los aldeanos se divierten y siempre están esperando la última animalada.


Alguien esgrimió algún tipo de oposición a la Ley de Talión Gusanesca, y la melliza griega refutó: "me gustaría que te mataran..." y frenó sin completar la frase, para cerrarla aclaró: "no, no me gustaría, pero ..." (todos sabemos como sigue). Su interlocutora guardó silencio, no se si por que la convenció, o por que no estaba dispuesta a gastar pólvora en chimangos.


En el medio, me llega un "encima ahora los incentivan con ciento ochenta pesos por hijo" dicho por otra esposa, madre y argentina.


La cumpleañera ofrecía comidas y bebidas, después le tocó el turno a los violadores y la competencia de sadismos en torturas y asesinatos que se merecerían.


A esa altura mi cabeza no estaba allí, pensaba de manera desordenada lo que al día siguiente leí en El Vigía y que hoy reproduzco en este posteo, no sin antes agradecer a todos los que a lo largo de mi vida han contribuído a mi formación y me han ayudado a pensar como para poder coincidir con tipos como Dante y sentirme lejos, bien lejos de esta gente.

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