Algo deprimida acabo de descubrir otro tema más (y van...) en el que soy una ignorante: las leyes eclesiásticas.
Escuché en la radio al cura José Aguirre, Abogado civil y ex Juez del Tribunal Eclesiástico de Córdoba, destituido del cargo por su postura a favor del divorcio vincular, y opositor al matrimonio igualitario. Es decir un tipo que manya del asunto, que no usa taco aguja (creo), ni hace "proselitismo gay" como nosotros.
Y explicó con fundamentos legales/religiosos lo que más o menos sabemos con sólo aplicar la lógica: el Matrimonio es uno de los siete sacramentos reconocidos por la iglesia católica (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Perdón, Unción y Orden son los otros). Y en el caso que nos ocupa es una gracia de servicio, es decir que compromete a los sacramentados a realizar tareas para la Iglesia y la sociedad.
Ahora bien, para el Vaticano la ley de matrimonio vigente en nuestro país es oficialmente declarada inválida, ya que para el derecho canónico el matrimonio civil (sólo civil) de cualquier bautizado es un concubinato.
Con lo cual los que fueron ayer a la plaza disfrazados de hinchas holandeses fueron al pedo, ya que se estarían oponiendo a algo que para ellos no existe, o es pecaminoso, o algo así.
Y esto me recordó que cuando el matrimonio adquirió institucionalidad civil, allá por el mil ochocientos largos, la Iglesia lo calificó como una "obra maestra de la sabiduría satánica". Ciento y pico de años después con aquello de "movida del Padre de la Mentira" nos intentan asustar con el mismo cuco.
Entonces, como dicen que dijo Jesús: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Hoy, el César, es decir el Estado, con esta modificación de la ley de matrimonio civil intenta garantizar la igualdad jurídica de sus gobernados, de modo tal que la religiosidad de los agentes naranja de ayer no se encuentra amenazada en absoluto y no lo será por los siglos de los siglos, al menos que lo nombren a Pepito Cibrián de Papa. Con lo cual o bien se podrían tranquilizar o asumir sin caretas el espíritu discriminatorio que los alimenta.
Escuché en la radio al cura José Aguirre, Abogado civil y ex Juez del Tribunal Eclesiástico de Córdoba, destituido del cargo por su postura a favor del divorcio vincular, y opositor al matrimonio igualitario. Es decir un tipo que manya del asunto, que no usa taco aguja (creo), ni hace "proselitismo gay" como nosotros.
Y explicó con fundamentos legales/religiosos lo que más o menos sabemos con sólo aplicar la lógica: el Matrimonio es uno de los siete sacramentos reconocidos por la iglesia católica (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Perdón, Unción y Orden son los otros). Y en el caso que nos ocupa es una gracia de servicio, es decir que compromete a los sacramentados a realizar tareas para la Iglesia y la sociedad.
Ahora bien, para el Vaticano la ley de matrimonio vigente en nuestro país es oficialmente declarada inválida, ya que para el derecho canónico el matrimonio civil (sólo civil) de cualquier bautizado es un concubinato.
Con lo cual los que fueron ayer a la plaza disfrazados de hinchas holandeses fueron al pedo, ya que se estarían oponiendo a algo que para ellos no existe, o es pecaminoso, o algo así.
Y esto me recordó que cuando el matrimonio adquirió institucionalidad civil, allá por el mil ochocientos largos, la Iglesia lo calificó como una "obra maestra de la sabiduría satánica". Ciento y pico de años después con aquello de "movida del Padre de la Mentira" nos intentan asustar con el mismo cuco.
Entonces, como dicen que dijo Jesús: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Hoy, el César, es decir el Estado, con esta modificación de la ley de matrimonio civil intenta garantizar la igualdad jurídica de sus gobernados, de modo tal que la religiosidad de los agentes naranja de ayer no se encuentra amenazada en absoluto y no lo será por los siglos de los siglos, al menos que lo nombren a Pepito Cibrián de Papa. Con lo cual o bien se podrían tranquilizar o asumir sin caretas el espíritu discriminatorio que los alimenta.
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