viernes, 4 de julio de 2014

Juntos vivieron, juntos murieron

En la madrugada del 4 de julio de 1976, fueron asesinados en la Parroquia de San Patricio los sacerdotes de la comunidad palotina: Alfredo Leaden (57 años, delegado de la Congregación de los Palotinos Irlandeses), Pedro Duffau (65 años, profesor) y Alfredo Kelly (40 años, director del Seminario de Catequesis en Belgrano y profesor en el Colegio de las Esclavas del Santísimo Sacramento) y los seminaristas Salvador Barbeito (24 años, profesor de filosofía, psicología y catequista además de rector del Colegio San Marón) y Emilio Barletti (25 años profesor).

La noche del crimen, Luis Pinasco, Guillermo Silva y Julio Víctor Martínez vieron dos autos estacionados y ocupados frente a la Parroquia que les resultaba sospechoso. Martínez era hijo de un militar y pensó que podría tratarse de un atentado contra su padre, y denunció el hecho en la Comisaría Nº 37.

Respondieron con el envío de un patrullero al mando del Oficial Miguel Angel Romano quien habló con las personas de los vehículos para luego marcharse.

Horas más tarde Silva y Pinasco vieron cómo un grupo de personas con armas largas salían de los autos y entraban a la iglesia.

En la mañana, las personas que ingresaban a la Parroquia se encontraron con la mayor mayor tragedia de la Iglesia Católica Argentina: cinco cuerpos ensangrentados, boca abajo y alineados sobre una alfombra roja, al lado del cuerpo del seminarista Barbeito un dibujo de Mafalda que se encontraba en una de las habitaciones en el que el personaje señalando un bastón de policía decía "este es el palito abollar ideologías" y varias leyendas reivindicando la masacre: "Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son M.S.T.M." siglas del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.

Al día siguiente La Nacíon escribía: "Elementos subversivos asesinaron cobardemente a los sacerdotes y seminaristas. El vandálico hecho fue cometido en dependencias de la iglesia San Patricio, lo cual demuestra que sus autores, además de no tener Patria, tampoco tienen Dios".

En la misa celebrada por el padre palotino Roberto Favre valientemente expresó: "No puede haber voces discordantes en la reprobación de estos hechos. Tenemos necesidad de buscar más que nunca la justicia, la verdad y el amor para ponerlas al servicio de la paz... Hay que rogar a Dios no sólo por los muertos, sino también por las innumerables desapariciones que se conocen día a día... En este momento debemos reclamar a todos aquellos que tienen alguna responsabilidad, que realicen todos los esfuerzos posibles para que se retorne al Estado de Derecho que requiere todo pueblo civilizado.

Hubo varias investigaciones sobre la masacre. La de Iglesia, la del juez Guillermo Rivarola en los años 1976 y 1977, siendo el fiscal a cargo Julio César Strassera (que obviamente quedó en nad), la de 1984 a cargo de Néstor Blondi que finalmente declaró el delito perescripto y la más exhaustiva y confiable a cargo del periodista Eduardo Kimel.

No hay condenas, salvo para el periodista: una año de prisión en suspenso y 20.000 pesos-dólares a pagar al juez de la dictadura, Guillermo Rivarola, quien se sintió ofendido por lo que se puede leer en la página 125 de la segunda edición del libro "La masacre de San Patricio":

"El juez Rivarola realizó todos los trámites inherentes. Acopió los partes policiales con las primeras informaciones, solicitó y obtuvo las pericias forenses y las balísticas. Hizo comparecer a una buena parte de las personas que podían aportar datos para el esclarecimiento. Sin embargo, la lectura de las fojas judiciales conduce a una primera pregunta: ¿Se quería realmente llegar a una pista que condujera a los victimarios? La actuación de los jueces durante la dictadura fue, en general, condescendiente, cuando no cómplice de la represión dictatorial. En el caso de los palotinos, el juez Rivarola cumplió con la mayoría de los requisitos formales de la investigación, aunque resulta ostensible que una serie elementos decisivos para la elucidación del asesinato no fueron tomados en cuenta. La evidencia de que la orden del crimen había partido de la entraña del poder militar paralizó la pesquisa, llevándola a un punto muerto."

Condena que tras diez años, varias apelaciones y con la solidaridad de personalidades y organizaciones del ámbito nacional e internacional fue revertida un año después de la muerte de Kimel.

La causa fue reabierta y está a cargo del juez federal, Dr. Sergio Torres.

Un hecho colateral a esta masacre se produjo a raíz de la reacción de algunos miembros de la iglesia. Un mes después fue secuestrado Mariano Grondona, al liberarlo sus captores le indicaron que debía llevar un mensaje a los obispos: que si seguían tolerando a sacerdotes de izquierda "roseguirían los episodios como el de los palotinos y sufrirían una escalada hacia la jerarquía eclesiástica.

Grondona comunicó el mensaje al Nuncio Pío Laghi y al vicario castrense Monseñor Tortolo, pero no hizo denuncia alguna del secuestro ni puso el hecho en conocimiento de la justicia hasta 1984.

Hay mucho material respecto de este crimen, entre otros el documental 4 de Julio, la masacre de San Patricio:

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