lunes, 16 de agosto de 2010

¿Quo Vadis?

Si uno fuera columnista de La Nación, las cosas serían más fáciles y no habría que romperse tanto la cabeza porque, como todo el mundo sabe, el culpable de todo lo malo que suceda en este planeta y sus alrededores es Néstor Kirchner. Por ejemplo, la oposición no se divide, es monolítica espiritualmente, el que la divide es Kirchner. La oposición nunca se equivoca o se desmanda, como le pasó a Macri con las escuchas telefónicas ilegales que realizaba su gente. Todo fue una trampa de Kirchner. En realidad sería más difícil encontrar una explicación racional a esas afirmaciones. Pero el buen columnista de La Nación lo explica todo con corrupción o autoritarismo.

Viene al caso porque con el mal momento que está pasando Mauricio Macri y el alejamiento de Elisa Carrió del Acuerdo Cívico y Social, la oposición vuelve a una especie de crisis permanente desde que se dio por victoriosa tras el 28 de junio del año pasado. Es una paradoja que, tras esas elecciones, la oposición haya perdido la paz y vaya de golpe en golpe, armándose y volviéndose a caer, logrando algunos de sus objetivos, pero diseminando más una sensación de frustración entre su propia tropa y sus electores.

Macri es el único que acusa a Kirchner por su escándalo telefónico. Acusar a Kirchner para salvarlo a Macri, como hizo Beatriz Sarlo es, por lo menos, ser complaciente con el espionaje ilegal, una excrecencia de viejas ideologías. Macri y Sarlo han sido los únicos que se pusieron en ese lugar, y en el caso de Macri lo único que podía hacer por su sobrevivencia era buscar otro culpable. Macri es uno de los candidatos más fuertes de la coalición de conservadores justicialistas y no justicialistas, aunque le va a resultar difícil sobreponerse de esta crisis y repuntar lo que perdió.

En el caso de Elisa Carrió, nadie podrá decir que se fue de la alianza con radicales y socialistas como resultado de una operación de Kirchner. Desde que Cobos cambió de bando para regresar a la UCR, ella mostró que estaba incómoda en ese conglomerado. En realidad se peleó con todos los posibles candidatos de esa alianza. Con Cobos, porque fue aliado del gobierno; con Ricardo Alfonsín, porque se sacó una fotografía con la presidenta Cristina Fernández; y hace pocos días con el socialista Hermes Binner, por las retenciones. En todos los casos los acusó de conciliar con el oficialismo, al que considera, como los columnistas de La Nación, una banda de matones y ladrones. Como dicen burlonamente por ese reduccionismo infantil: “La mierda oficialista”.

Antes del 28 de junio de 2009, la oposición tenía menos problemas, aunque, también, menos expectativas. Después del 28 de junio empezó a sufrir. Antes se resignaba a un lugar de oposición testimonial. En cambio, después del 28 de junio se vio en la necesidad de comenzar a concebirse como opción de gobierno. Cometieron un error de apreciación, porque creyeron que el kirchnerismo estaba terminado y que se convertían en opción por simple descarte. Parte de la ventaja que habían conseguido la perdieron con esa equivocación al evaluar sus propias fuerzas y las de sus adversarios. Les llevó casi un año advertir que la oposición no era monolítica, sino que estaba compuesta por vertientes muy diferentes entre sí, y que incluso en el seno de los partidos tienen problemas de convivencia. Es como si tuvieran una especie de complejo de inferioridad con relación al oficialismo, lo que distorsiona su mirada. Fue una equivocación considerar desde el primer momento que el oficialismo no tiene proyecto y que es sólo una banda de ladrones y matones. Que lo digan los columnistas del diario más conservador de este país tiene sentido, pero un político necesita una mirada más realista porque, si no, todas las medidas más importantes del gobierno los toman por sorpresa, como ha sucedido con la reestatización de las jubilaciones o la asignación universal y otras medidas oficiales.

Queda un año para las internas y poco más para las elecciones de 2011. La oposición necesita construir proyectos viables de gobierno alternativos al oficialismo. En este momento son solamente un archipiélago de dirigentes con aspiraciones. Y el proyecto que han mostrado sólo ha sido en contraste con el que desarrolla el oficialismo, lo cual los pone bastante a la derecha en derechos humanos, en construcción del Estado y en distribución del ingreso. La base de la distribución es la recaudación, pero para la oposición, de izquierda y derecha, recaudar es despectivamente “hacer caja” como si el dinero se lo fueran a llevar los funcionarios. Son consignas infantiles que sirven como impacto en el momento, pero que luego se desinflan porque nadie puede negar que el nivel de obra pública es mayor que en la de cualquiera de los gobiernos anteriores en el país o que el presupuesto en Educación también es el más alto en varias décadas. Casi todas las iniciativas más importantes que ha llevado adelante la oposición como “Grupo A” en el Congreso han sido para desfinanciar al Estado, lo cual es sinónimo de ir en contra de la distribución del ingreso. En este año que falta tendrán que dilucidar si lo hacen para debilitar al oficialismo o porque ése es su proyecto, lo que proponen a la sociedad para reemplazar al actual gobierno. Desde una mirada progresista, la oposición ha quedado bastante deslucida y las terribles acusaciones que le formulan al Gobierno terminan tomando el aspecto de desprolijidades o problemas menores en el marco de un proyecto que ha sido beneficioso para el ciudadano común. Desde la oposición se equivocan cuando dicen que todo eso es mentira, porque es muy fácil de constatar. En todo caso tienen que presentar un proyecto mejor que supere los limitantes del actual, pero sin sacarle los beneficios. Esa es una tarea más complicada que la de trabajar con la idea de “la mierda oficialista” y acusar a todo el mundo de ladrones y corruptos, mentirosos o autoritarios.

La necesidad de mostrar a la sociedad un proyecto de país que los identifique y que vaya más allá del simple contraste con el oficialismo es una de las prioridades de la oposición. Y ya empezó mal con las fotos de la Sociedad Rural o con la reunión de los principales referentes del Peronismo Federal con el CEO de Clarín, Héctor Magnetto.

La otra prioridad es construir las candidaturas. Hay dos grandes corrientes de confluencia. Una es la derecha peronista con otros sectores conservadores. Y el otro es el panradicalismo con los socialistas. La crisis en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la despedida de Carrió de sus aliados, en una primera impresión, estarían afectando a estos dos grandes conglomerados opositores, pero en realidad los está favoreciendo.

El principal problema de estas dos confluencias era que había muchos candidatos y que ninguno tenía pliegos suficientes para avanzar sobre los otros. El proceso de decantación se presentaba muy difícil y hasta ahora no han podido ponerse de acuerdo. Todos hablan de internas, pero nadie parece muy dispuesto a llegar a las internas sin arreglos previos. En el fondo todos quisieran lista única, porque vienen de muchas diferencias y peleas y una interna en esas circunstancias puede debilitar más que fortalecer.

En el Acuerdo Cívico y Social se da casi por descontado que el candidato será radical y el vice, un socialista. En esa lista, Carrió era la que jugaba con menos probabilidades, así que en algún momento iba a tener que resignar sus aspiraciones. Su renuncia al Acuerdo ha sido una forma de bajarse de una candidatura antes de perder o que la descarten. Más adelante negociará, seguramente, su respaldo a la fórmula que proponga esa alianza. De esta manera, el alejamiento de la Coalición Cívica favorecería el proceso de decantación de los candidatos en el Acuerdo.

En el caso de Macri, es un buen referente para la alianza del Peronismo Federal en la ciudad de Buenos Aires, pero no como candidato a nivel nacional, porque el jefe de Gobierno no es peronista y de esa manera le cederían al kirchnerismo la identidad partidaria. En la cena en la casa de Magnetto flotó la idea de cuál puede ser la estructura que se le oponga al Frente para la Victoria y sus aliados en 2011. Aunque, en la reunión, Carlos Reutemann rechazó nuevamente proclamarse como candidato presidencial, ésa es la carta más fuerte que tiene el sector, que se potenciaría con Macri jugando en la Capital Federal y Francisco de Narváez de candidato en la provincia de Buenos Aires. En todo caso, Reutemann tiene hasta marzo para decidirse. Vistos así, los problemas de Macri favorecen también el proceso de decantación de candidatos en la alianza conservadora con el Peronismo Federal.

Luis Bruschtein, panorama político para Página/12.

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